A noche, en una televisión
egipcia, hubo un programa interesante, sobre los niños y adolescentes que participaron
el la revolución egipcia, con niños y niñas invitados, desde nueve a dieciséis
años. Bajo la pregunta de: ¿Hay un revolucionario que tiene doce años? Una
pregunta, que hizo el primer ministro hace semanas, para deslegitimar las
protestas de diciembre. La respuesta de los niños en el plato, y en el material
de archivo proyectado, de como han liderado algunas marchas, era: Si, hay una revolución
para menores de 18 años.
Me acordé de algunos
comentarios europeos, durante la segunda “Intifada” palestina, de que una madre
que deja a su niño o niña tirar piedras al ejercito israelí, es una mala madre.
Comentarios que demuestran una ignorancia absoluta de que como la ocupación,
cuando existe, como el caso palestino, o la pobreza, la marginación social, y
la violencia del estado, en el caso de todas los otros países árabes, no deferencia
entre niños y adultos. Mata y castiga a todos.
Uno de los comienzos
de la revolución siria, ha sido a través de los niños. Salieron de un colegio
de la ciudad de Deraa, repitiendo, como en un juego, el lema que llevaban dos
meses escuchando en la tele: El pueblo quiere derrotar al régimen. En este
momento, han sido detenidos por parte de la autoridad aterrorizada a que la ola
revolucionaria llegué a sus terrenos, y han sido torturados también. Así, llegó
la chispa revolucionaria a Siria ¿Se puede preguntar entonces sobre la mala
madre que dejó a su niño o niña acompañarla en una manifestación pediendo vivir
bien en libertad? ¿O mejor dejarle morir solo en una casa bombardeada?
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