Democracia a la medida y exportable... (Sobre Europa, Egipto y la revolución del 25 de enero)
Por: Basel Ramsis – Al-Ahram 20 de junio 2011
Traducción: Adel M. Hassanein
No sé porqué tienden las mujeres mayores a perseguir a los conferenciantes al final de los seminarios y conferencias sobre la revolución egipcia, compartiendo con ellos sus temores y percepciones. En mi caso, la primera vez fue en Barcelona, cuando tres señoras me pararon, preguntándome si compartía su opinión sobre si las revoluciones del mundo árabe constituían una conspiración de la CIA para sabotear la economía europea! Ya habían pasado dos semanas después del triunfo de la revolución contra Mubarak.
Sin embargo, la última vez fue hace pocos días, en el sur de España. Una señora me preguntó ¿qué pasaría si los islamistas ganaran las elecciones? Le contesté que las fuerzas políticas democráticas van a respetar y acatar los resultados electorales y continuarán luchando por un Estado laico, democrático y una sociedad más justa y respetable con sus ciudadanos. Su siguiente pregunta fue: “¿Qué pasaría con Israel?”. Le respondí: “No creo que ninguna de las fuerzas políticas egipcias suspenda los acuerdos de Camp David. No obstante, es obvio que si llegáramos a construir un verdadero sistema democrático, sería perjudicial para Israel. Por ejemplo, ya no le regalaremos más gas egipcio. Además, este nuevo sistema democrático impondrá nuevas ecuaciones y realidades en la región de Oriente Medio”. Punto seguido, me fulminó sentenciando: “Temo mucho por el futuro de Israel. ¡Que Dios lo proteja!”.
Esta fue una de las jornadas a las que invitan a intelectuales árabes, sus homólogos progresistas europeos, así como a académicos, para charlar con los ciudadanos europeos acerca de lo que está sucediendo en nuestra región y de lo que llaman “la primavera árabe”. En cualquier ciudad europea, tal vez no pase una semana sin que se celebre un nuevo evento sobre este tema.
Pero hay otro tipo de seminarios y/o jornadas de mayor divulgación, que no se dirige a concienciar a la opinión pública europea sobre las revoluciones árabes a través de testimonios de los actores involucrados, o de aquellos que las siguieron con bastante atención. Se trata de un espacio de diálogo entre líderes de la opinión pública y aquellos que toman decisiones o sus representantes. Sus objetivos son completamente distintos. Se encargan de proponer ideas y planes para lidiar con y/o hacer frente a la ola de cambios en el mundo árabe.
El último encuentro de este tipo tuvo lugar recientemente, hace dos días, en la capital española, al que asistieron unos pocos especialistas y muchos expertos de los ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa, entre ellos algunos jefes y altos mandos del ejército. Por supuesto, también estuvo presente el embajador de Egipto en España, quien había declarado antes del 11 de febrero 2011 que lo que estaba sucediendo en su país eran disturbios y actos de sabotaje y que todo iba bien en Egipto.
El primer tipo de eventos va dirigido a personas primordialmente comprensivas o simpatizantes con estas revoluciones y revueltas, aunque no entienden con claridad lo que está aconteciendo. De esta manera, la atención se centra en recopilar la información y escuchar el testimonio de los activistas. Sin embargo, el segundo tipo no se aleja del marco de las percepciones y visiones colonialistas tradicionales, que intenta proteger a toda costa los intereses europeos en la región y proteger al que protege tradicionalmente y de primera mano estos intereses, es decir, Israel.
En este último caso, los participantes disponen de suficiente información proporcionada por los servicios de inteligencia. No necesitan ser informados como lo requieren los del primer tipo de seminarios y/o eventos públicos. Por consiguiente, no es de extrañar que los diálogos giren en torno a ciertos temas principales, entre ellos: El impacto de dichas revoluciones sobre los intereses europeos, particularmente en los países productores de petróleo, o en Egipto, el país árabe más importante. Además de las repercusiones de las revoluciones en los demás países asiáticos y africanos, el riesgo de su eventual ampliación y su transformación en una nueva ola de liberación. Es decir, el riesgo de que los pueblos pudieran ilusionarse con ser capaces de gestionar y controlar sus recursos, y sobre el propio efecto de las revoluciones sobre Israel, como injerto del mundo occidental arbitrariamente transplantado en el corazón de otro mundo ajeno. Por último, las estrategias europeas para actuar con nuestras revoluciones, o lo que ellos denominan “Asociación”.
Los islamistas, su llegada o no al poder, las libertades de la mujer, o los derechos humanos, son asuntos marginados dentro de estas conversaciones. Asuntos no marginales son: “¿Podrán nuestros pueblos conducir sus destinos? ¿Se detendrán estas revoluciones antes de alcanzar los aspectos sociales y económicos?”.
Por supuesto, Europa no está compuesta por un solo bloque. Existe una Europa de los pueblos iluminados, una Europa del capital multinacional, una Europa la de las fuerzas políticas y militares con una extensión hacia el exterior a través de sus aliados. Y también la Europa de un amplio sector de ciudadanos que no son conscientes de lo que está sucediendo, aunque olieran en ello un peligro que amenazara el nivel de su vida cotidiana.
En el caso egipcio en particular, a pesar del factor sorpresa y el fallido pronóstico de que la chispa emprendida en Túnez no iba a extenderse a Egipto, la capacidad de respuesta de los centros de toma de decisiones en la UE y los EEUU para encarar y enfrentar la situación ha sido mejor que en el caso de Túnez, a pesar de la momentánea confusión. A partir de ahí, podemos comprender el claro apoyo al ejército, a sus gestos, movimientos y políticas desde que se tomó la decisión de sacrificar a Mubarak y a su hijo. El juego político no se detuvo en aquel punto, sino que más tarde apareció el caso de Libia, y el éxito de la transformación de la revolución libia en una guerra civil, no solamente para asegurar el petróleo de Libia, sino también para poner freno a la ola revolucionaria y dar una lección a los egipcios. Ahora vivimos la tercera fase: la contención; “Les daremos una democracia limitada, bajo nuestra tutela y la de las fuerzas armadas, pero que ya no exijan más”.
En este contexto, todos los países europeos están compitiendo para ver quién devorará la mayor parte de la tarta, y qué modelo democrático, prefabricado, exportable, y a la medida tendrá éxito y aceptación. En uno de los seminarios, discreparon dos periodistas: uno de ellos habló del adiestramiento de los Hermanos Musulmanes y de cómo domesticarlos, mientras el otro se centró en la necesidad de proporcionar apoyo financiero a los nuevos partidos de los jóvenes liberales.
Con una simple búsqueda en Internet, el lector tendrá una idea sobre la cantidad ingente de dinero actualmente asignada a Egipto, no precisamente para financiar su propio desarrollo, sino para informarse e influir: cientos de reportajes televisivos, crónicas de investigación, películas, etc. Y también programas de apoyo a la democracia, tal como desean los centros del poder, que se puede resumir en: “¡Sonríe, ya has triunfado, has conseguido la democracia. Vuelve a tu casa!”.
A pesar de algunas diferencias y la diversidad de los modelos que nos proponen, el lector sabe muy bien que estos modelos coinciden cuando se trata de nuestro futuro. Coinciden en que el cambio sea limitado, en cambiar algunas caras sin tocar el núcleo básico del mismo sistema, y en mantener Egipto como una base avanzada para proteger sus intereses mediante la corrupción y la ausencia de la iniciativa popular.
No existe garantía alguna de si triunfará cualquiera de los modelos: Sus modelos hechos a sus medidas, o nuestro propio modelo, hecho a nuestra medida y de elaboración local. Tal vez nos encontremos a los egipcios en las calles, en futuras manifestaciones millonarias, gritando: ¡Dejadnos en paz, no queremos vuestra democracia!
Basel Ramsis
http://massai.ahram.org.eg/Inner.aspx?IssueId=636&typeid=26&ContentID=34736
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